martes, 15 de julio de 2008

MAGNOLIA

CUENTO GANADOR DE LA IV CUENTATÓN - LIMA 2007


I
… ¡Dónde se esconde ese soplón, dónde está!... Las tejas saltan de los techos como grillos colorados. El trueno nacido de la boca de un fusil repta por el aire y deshoja las flores de una vida. Se oyen gemidos, gritos de mujeres ultrajadas y de niños que se revuelcan en el piso sin entender por qué la tierra se ha vuelto tan amarga. …¡Arrástrenlo, llévenlo a la plaza!... El poncho bayo se va hilachando en el agreste camino. Lirio aún está atado al pedazo de sueño en el que se cobijaba de la noche. Reacciona al fin. Sabe que va a morir. Intenta salvarse. …¡No pues, jefecitos, no maten a mi taytita!... La gente se arremolina en la plaza. Niños, mujeres y hombres rodean el pamponcito, en medio, un hombre de rodillas baja la cabeza como esperando el machetazo letal en su nuca.
Ahora todos sienten una pequeña descarga de miedo que les recorre la columna vertebral; es la cosquilla que produce la presencia de la muerte, como una invisible mano que coge de los testículos a los hombres y los aprieta lentamente, como una mano cruel que les apretuja los senos a las mujeres. Ahora, uno de los terrucos alza su fusil. …¡Lirio, el Partido te condena a pena de muerte!... Y el llanto mudo se desata en todos los ojos hastiados de ver solo muerte. Y el grito silencioso se anuda en la garganta de los hombres que ya están cansados de dar vivas a una lucha que les quita la vida y los enfrenta con los militares. …¡Yo no soy soplón, jefecitos, los sinchis me obligaron!, …¡Calla, traidor. El Partido tiene mil ojos para ver y mil oídos para oír a los enemigos de la revolución!... unas piedras, cual cuchillos de obsidiana, se han elevado al cielo en sacra ceremonia. Al poco rato, la cabeza destrozada de Lirio lo hace sacudirse como atado a las fiebres de la terciana. Ahora, poco a poco, se va aquietando; se va enfriando. Va sintiendo la paz que todos los muertos deben sentir en los primeros instantes de la muerte, porque después, muchos lo dicen, la vida sigue igual de jodida como en este mundo que ya parece el mismito infierno.

II
…¡Perdóname, Geranio, el amor es así!...

Los cerros se elevan alrededor, con su perfume de bosque y tierra mojada. …¡Te amo, Magnolia, te amo!... El gavilán surca las nubes. Abajo, ruge el río su milenario rezo. …¡Yo también te amo, Clavelito, mi Clavelito!... El aire tiene un amargo sabor a tragedia que socava las raíces de los arbustos. ¡Desde ahora seremos marido y mujer!... de pronto, los amantes unidos por sus vergüenzas intentan desanudarse. La venganza se les acerca, sus ojos cargados de odio y rencor inundan el escondrijo con una pesadez de infierno. Tres corazones tamborean a orillas del río.

…Fui a buscarte apenas llegué a San Marcos. Te esperé a la hora de salida del colegio, para que al verme todo cambiadito, te desprendieras de tus compañeras y corrieras a abrazarme... ¿Lo recuerdas?, me decías todavía que ningún hombre habría de tocarte, que tu cuerpo y tu alma serían solo para mí…
…Sabes que no me fui porque quise. Después de que los terrucos mataron a mi tayta, mi madre se fue marchitando como flor de mayo, hasta quedarse sentada con el hilo de su vida roto de tanto sufrimiento, ¿lo recuerdas?, ni un cobre tenía para enterrar a mi mamita y hasta don Flores se negó a juntarme cuatro tablitas de aliso para el ataúd. Nadie quería ayudarme por temor a los terrucos y envuelto en unas jerguitas terminé llevándola al cementerio.
Yo te dije que volvería para llevarte a otro lugar donde no huela a muerte, donde no se pinte a desgracia; tú juraste que me esperarías. Pero para qué volví, mejor hubiera sido quedarme en Chimbote, trabajando en la pesca; mejor le hubiera hecho caso a Azucena, ¡quédate! me decía la ojitos zarcos, pero yo que no te olvidaba, nomás tiraba para el pueblo como chucho faldero, ¡ay, para qué volví!, para verte en estas trazas, revolcándote con mi rival del colegio, como si fueran casados.
Ese día que llegué, ¿lo recuerdas?, te esperé con el corazón henchido de anhelos y tú te apareciste bien abrazadita a este Clavel traidor, cara de zorro. Al verte así, me dieron ganas de trompearle al jijunagranflauta este, ¡qué tal lisura, aprovechando mi ausencia, con mi Magnolia, carajo!, diciendo; pero nada pude hacer. Me quedé atontado, sentado como un montón de pestilente excremento al que despreciaste con esa mirada altanera al pasar por mi lado, levantando la nariz como si te ofendiera mi olor, mirándome de soslayo como si te hiriera mi presencia, y alejándote un poco del camino como si te insultara con mi cariño. Ni siquiera respondiste a mi saludo; más al contrario, te arrimaste a este jijuna que te metía la mano por debajo de la blusa, aprovechando la ocasión, y hasta le besaste mientras te miraba consumido en celos.
Por eso, una de dos, Magnolia, ingrata flor, yo que volví creyendo en tus promesas de amor. Ahora que te vuelvo a encontrar con éste, a orillas del río, como antes conmigo –piernitas al aire y tetitas en mi boca-, o los empujo al agua así ensartaditos como están y los veo ahogarse mientras se desatan ante la muerte. O te vas conmigo ahora mismo y te perdono la debilidad

…¡Carajo, Geranio, no lo hagas, amigo, así es el amor, Geranio, así es el amor!...

III
Mar en calma y olas chascando. El cielo está nublado, una ignota gaviota grazna las plegarias del adiós. Ahora el sol es una naranja incendiada de anhelo, de vida nueva que no puede desprenderse de la sombra del pasado, de los fantasmas de un delito…

Así con el alma desengañada, Azucena, linda flor de Tres Cruces, me volví para acá, a empezar una nueva vida frente a este mar que no siente ni huele como nosotros.
…Hace meses ya, cuando escapaba en el bus de “Chavín Express”, escuché que habían encontrado los cuerpos ahogados de dos colegiales a la altura de Pumachaca; no supe si sentirme satisfecho por mi venganza o desolado por su muerte. Yo solo pensaba en ti…

Pero ahora que corremos por estos acantilados, Azucena, linda flor, quiero confesarte que no he podido olvidar a Magnolia, a pesar de tus besos y tu cuerpo que me han consolado en todo este tiempo. Ahora que los policías están por capturarnos, Azucena, qué tal si vivimos nuestro amor, como tal vez lo están haciendo Magnolia y Clavel, en el fondo del río Puchka a donde los aventé. Qué dices, Azucena, linda flor sihuasina, dame un último beso, ahora que caemos del acantilado a este mar que se incendia con el sol que muere como nosotros.

Paraíso de las magnolias, noviembre 2007

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